miércoles, 22 de octubre de 2014

Mens sana in corpore sano

“Hay que comer de todo” nos decían nuestras madres cuando éramos pequeños. Y razón no les faltaba pues una dieta equilibrada con proporciones adecuadas de alimentos es clave para reducir el riesgo de enfermedades. Sin embargo además de este concepto se ha comprobado la importancia del “equilibrio energético” como una de las claves para evitar la obesidad.


 “Por un lado conocer los ingresos de energía, de calorías, que tenemos a partir de los alimentos que contengan proteínas, hidratos de carbono y grasas; y por otro lado conocer cómo gastamos esa energía que ingresamos”. Es decir, el balance energético no es otra cosa que equilibrar la ingesta frente al gasto.


De hecho no solo la genética influye en la obesidad sino que existen otros factores ambientales y sociales que afectan al dicho balance. "Entre los factores ambientales más importantes destaca la dieta y el ejercicio, pero las horas de sueño, el estrés, la temperatura ambiental, etc., también pueden contribuir a este equilibrio" (...)
Dar 2.000 pasos más al día o ingerir 100 kcalorías menos son cambios en el día a día que recomiendan los expertos para mejorar la salud y prevenir la obesidad. La educación y la concienciación son esenciales en la prevención de este problema que ya es considerado uno de los problemas más ignorados y crecientes en los próximos años

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